Boli, 2016.
Así lo recuerdo. Se montaba en la estación de Utrera y no se bajaba hasta Jerez o Cádiz donde volvía a coger un tren de regreso, pregonando su mercancía con la misma cantinela de diario. Quizás hayan pasado más de 20 años que dejé de ver la silueta recia y agitanada de este peculiar vendedor de gesto severo y mirada oriental pero hoy la memoria, caprichosa y casual, me ha devuelto su imagen y he decidido plasmarla. Ahí va.
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