Rotulador, 2025
Aquel sábado de feria de Mayo del 86 me tocó quedarme con mi abuela Gloria porque mis tios tenían una boda y mis padres tenian que atender su negocio. Yo no podía resignarme a quedarme encerrado en fecha tan señalaíta, así que convencí a mi abuela para dar un paseo por la feria, que por aquel entonces todavía ponía sus casetas en la avenida de Andalucía junto al Ies San Fulgencio y el estadio San Pablo.
Cuando llegamos a la caseta del Charnaque, al primero que me encontré fué a mi primo Guillermo, ya tocaíto, que tenía varios monstruos de plásticos saliéndole de la bragueta y decía que eran sus ladillas. Mi abuela, lejos de escandalizarse, se reía.
Después de varios vinitos, mi abuela se arrancó por Sevillanas con mi añorada amiga Pepa y más gente, a las que dejaba agotada o mareá perdía, porque ella con eso de que solo sabía bailar las antiguas corraleras, iba 3 revoluciones más rápidas que las demás.
Mi abuela se integró de maravilla, bebió, bailó, se rió y se divirtió sin importar la edad y los achaques.
Siempre me sentí orgulloso de mi abuela Gloria, pero más aquel día que descubrí de dónde me viene mis genes del cachondeo.